Una llamada telefónica
or favor, Dios mÃo, haz que me telefonee ahora. Oh, Dios, que me llame. No te pediré nada más, te lo prometo. Me parece que no es pedir demasiado. Te costarÃa tan poco, Dios mÃo, concederme esta pequeñez... Que me telefonee ahora mismo, nada más. Por favor, Dios mÃo, por favor, te lo ruego.
Si no pensara en ello, tal vez sonarÃa el teléfono, como sucede a veces. Si pudiera pensar en otra cosa, lo que fuera. Quizá si contara hasta quinientos de cinco en cinco, el timbre sonarÃa cuando terminara. Contaré lentamente, no quiero hacer trampa, y si suena cuando llegue a trescientos no pararé; no responderé hasta llegar a quinientos. Cinco, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta, treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco, cincuenta... Por favor, que suene, por favor.
Esta es la última vez que miro el reloj. No volveré a hacerlo. Son las siete y diez. Él dijo que me llamarÃa a las cinco. «Te llamaré a las cinco, cariño.» Creo que me llamó «cariño» al decirme eso. Casi estoy segura de que lo dijo entonces. Sé que me ha llamado «cariño» dos veces, y la ocasión anterior fue cuando me dijo adiós. «Adiós, cariño.» Estaba ocupado y no podÃa decirme gran cosa desde la oficina, pero me ha llamado «cariño» dos veces. No puede haberle importado que yo le llamara. Ya sé que no deberÃa telefonearles una y otra vez... Sé que no les gusta. Cuando haces eso, saben que estás pensando en ellos, que los deseas, y eso hace que te aborrezcan. Pero no habÃa hablado con él en los tres últimos dÃas..., ni una palabra en tres dÃas. Y lo único que he hecho ha sido preguntarle cómo estaba. Nada más, cualquiera podrÃa preguntarle lo mismo. No puede haberle molestado esa llamada, no puede haberme considerado un incordio. «No, por supuesto que no», me dijo, y añadió que me telefonearÃa. No tenÃa necesidad de decir eso. No se lo pedÃ, de veras. Estoy segura de que no se lo pedÃ. No creo que dijera que me llamarÃa sin intención de hacerlo. Por favor, Dios mÃo, no le dejes hacer eso. No, por favor.
«Te llamaré a las cinco, cariño.» «Adiós, cariño.» Estaba atareado, tenÃa prisa, habÃa gente a su alrededor, pero me llamó «cariño» dos veces. Eso es mÃo, solo mÃo, lo tengo, aunque nunca vuelva a verle. SÃ, pero es tan poca cosa... No es suficiente. Si no vuelvo a verle, nada será suficiente. Por favor, Dios mÃo, permite que vuelva a verle, te lo ruego. Le quiero tanto, tanto... Sé bueno, Dios mÃo, procuraré ser mejor, lo seré, si me permites verle de nuevo, si haces que me telefonee. Oh, Señor, haz que me llame ahora.
No le restes importancia a mi plegaria, Dios mÃo. Estás sentado ahà arriba, tan blanco y tan viejo, con todos los ángeles a tu alrededor y las estrellas deslizándose a tu lado... y yo te importuno con una plegaria acerca de una llamada telefónica. No te rÃas, Dios mÃo. Mira, no sabes lo que se siente. Estás tan seguro en tu trono, con el azul del cielo girando alrededor, y nada puede alcanzarte, nadie puede estrujarte el corazón en sus manos. Esto es sufrimiento, Señor, es un sufrimiento terrible. ¿No me ayudarás? Te lo pido por tu propio Hijo, Señor, ayúdame. Dijiste que harÃas cualquier cosa que se te pidiera en su nombre. ¡Oh, Dios mÃo, en nombre de tu único Hijo bienamado, Jesucristo, nuestro Salvador, haz que ese hombre me telefonee ahora!
Esto deb