PRÓLOGO
Este libro es fruto del azar. En el verano de 2014 recibà una carta firmada por Sally Shuttleworth, catedrática de literatura inglesa en Oxford, invitándome a ocupar el puesto de Weidenfield Visiting Professor in Comparative Literature, un encargo que obligaba a pronunciar un ciclo de conferencias abiertas al público de su universidad. Al terminar de leer la carta no pude evitar acordarme de una anécdota que me contó mi editor español, Miguel Aguilar. De joven Miguel jugaba al rugby y, un dÃa, uno de sus compañeros de equipo recibió la noticia de que habÃa sido convocado por la selección española de ese deporte. El compañero de Miguel no era un gran jugador, de hecho era un jugador del montón, si no de los peores del equipo, pero, pasado el primer momento de perplejidad, entró en estado de euforia, sintió que por fin se reconocÃa su talento de jugador de rugby y se pasó un fin de semana maravilloso, disfrutando de aquel reconocimiento inesperado; hasta que el lunes le dieron la mala noticia: no estaba convocado con la selección, el convocado era otro, se habÃa producido un error lamentable, le pedÃan disculpas. Intento practicar la humildad, pero procuro evitar el masoquismo, asà que, salvo en los malos momentos, no me considero un escritor del montón; pero la verdad es que, cuando comprobé que entre mis predecesores en aquella cátedra figuraban George Steiner, Mario Vargas Llosa, Umberto Eco y un corto etcétera, pensé que todo podÃa ser un malentendido, o quizá una broma. No era ni una cosa ni la otra, o por lo menos nadie reunió el valor suficiente para decirme que lo era a lo largo del mes y medio que pasé en Oxford durante la primavera del año siguiente; eso sÃ, por si acaso yo me esforcé para que, si en efecto se trataba de una broma o un error, se notara lo menos posible.
Las páginas que siguen son fruto de ese esfuerzo. En ellas reelaboro en castellano las cinco conferencias que dicté en inglés durante aquellos dÃas. Todas ellas parten de mi experiencia de escritor; a veces parten de mis propios libros, o incluso giran aparentemente en torno a ellos. Vaya por delante que no soy de los que creen que los mejores crÃticos seamos los escritores; lo que sà creo es que todo buen escritor es, lo sepa o no, un buen crÃtico, y que todo buen crÃtico es un buen escritor; también sé que algunos de los mejores crÃticos que conozco, de T. S. Eliot a Jorge Luis Borges, son, antes que grandes crÃticos, grandes escritores. No entiendo por tanto la mayorÃa de las sospechas que, especialmente en algunas tradiciones literarias, como la del español, despiertan los escritores que ejercen de crÃticos, que hablan de sus libros o de literatura en general, o más bien las entiendo pero me parecen ridÃculas, pusilánimes y empobrecedoras; sobre todo entiendo algunas de ella