ENERO DE 2011
Marianne abre la puerta cuando Connell llama al timbre. Va todavÃa con el uniforme del instituto, pero se ha quitado el suéter, asà que lleva solo la blusa y la falda, sin zapatos, solo las medias.
Ah, hola, dice él.
Pasa.
Marianne da la vuelta y echa a andar por el pasillo. Él cierra la puerta y la sigue. Bajan los escalones que dan a la cocina; la madre de Connell, Lorraine, se está quitando un par de guantes de goma. Marianne se sienta de un brinco en la encimera y coge un tarro abierto de crema de cacao, en el que habÃa dejado clavada una cucharilla.
Marianne me estaba contando que hoy os han dado los resultados de los exámenes de prueba, dice Lorraine.
Nos han dado los de lengua, dice él. Vienen por separado. ¿Quieres ir tirando?
Lorraine dobla los guantes de goma con cuidado y los vuelve a guardar debajo del fregadero. Luego comienza a quitarse las horquillas del pelo. A Connell le parece que eso es algo que podrÃa hacer en el coche.
Y me han dicho que te ha ido muy bien, dice Lorraine.
El primero de la clase, apunta Marianne.
SÃ, dice Connell. A Marianne también le ha ido bastante bien. ¿Nos vamos ya?
Lorraine hace un alto en el desanudado del delantal.
No sabÃa yo que tuviéramos prisa.
Connell se mete las manos en los bolsillos y reprime un suspiro irritado, pero lo reprime con una inspiración tan audible que sigue sonando como un suspiro.
Solo tengo que ir un momento a sacar una tanda de ropa de la secadora, dice Lorraine. Y luego nos vamos. ¿Vale?
Él no dice nada, solo agacha la cabeza mientras Lorraine sale de la cocina
¿Quieres un poco?, pregunta Marianne.
Le está ofreciendo el tarro de crema de cacao. Él hunde las manos un poco más en los bolsillos, como si estuviese intentando meter su cuerpo entero ahà dentro.
No, gracias.
¿Te han dado las notas de francés hoy?
Ayer.
Apoya la espalda en la nevera y mira cómo ella lame la cucharilla. En clase, Marianne y él hacen como si no se conociesen. La gente sabe que Marianne vive en la mansión blanca con el caminito de entrada, y que la madre de Connell es limpiadora, pero nadie conoce la vinculación particular entre ambos hechos.
He sacado un A1, dice él. ¿Qué has sacado tú en alemán?
Un A1, responde ella. ¿Me estás fardando?
Vas a sacar un 600, ¿verdad?
Marianne se encoge de hombros.
Tú seguramente también.
Bueno, tú eres más inteligente que yo.
No te sientas mal. Soy más inteligente que todo el mundo.
Está sonriendo. Marianne practica un abierto desprecio por la gente del instituto. No tiene amigos, y se pasa la hora de la comida sola, leyendo novelas. Muchos la odian con ganas. Su padre murió cuando ella tenÃa trece años, y Connell ha oÃdo por ahà que ahora tiene una enfermedad mental o algo. Es cierto que es la persona más inteligente del instituto. Le da pavor estar solo asà con ella, pero también se descubre fantaseando con cosas que podrÃa decir para impresionarla.
No eres la primera de la clase en lengua, señala él.
Marianne se lame los dientes, tan campante.
A lo mejor me tendrÃas que dar clases particulares, Connell.
Él nota cómo le arden las orejas. Seguramente ella habla por hablar y no hay ninguna insinuación ahÃ, pero si se estuviese insinuando serÃa solo para rebajarlo a él por asociación, dado que a Marianne se la considera objeto de asco. Lleva unos zapatones planos feÃsimos, de suela gorda, y no se maquilla. Hay gente que dice que no se depila las piernas siquiera. A Connell le llegó una vez que Marianne se habÃa echado helado de chocolate por encima en el comedor del instituto, y que fue al lavabo de chicas, se quitó la blusa y la limpió en el lavamanos. Era una historia bastante conocida, todo el mundo la habÃa oÃdo. Si ella quisiera, podrÃa saludarlo en clase con todo el alarde. Nos vemos luego, podrÃa decirle, delante de los demás. Eso, sin duda, pondrÃa a Connell en una situación incómoda, que es el tipo de cosa con la que ella parece disfrutar. Pero no lo ha hecho nunca.
¿De qué hablabas hoy con la señorita Neary?, pregunta Marianne.
Ah. De nada. No sé. De los exámenes.
Marianne hace girar la cucharilla dentro del tarro.
¿Le molas, o algo?
Connell mira como mueve la cucharilla. Aún se nota las orejas calientes.
¿Por qué dices eso?
Dios, no estarás teniendo un lÃo con ella, ¿no?
Evidentemente no. ¿Te parece gracioso hacer bromas con eso?
Perdona, dice Marianne.
Tiene una expresión concentrada, como si estuviese mirando a través de los ojos de Connell hasta el fondo mismo de su cabeza.
Tienes razón, no tiene gracia. Lo siento.
Él asiente, echa un breve vistazo por la cocina, hunde la punta del zapato en un surco entre las baldosas.
A veces tengo la sensación de que sà que actúa de una manera un poco rara conmigo, dice. Pero no irÃa a decÃrselo a nadie ni nada.
Hasta en clase, creo que flirtea un poco contigo.
¿En serio lo crees?
Marianne asiente. Connell se rasca la nuca. La señorita Neary da economÃa. Sus presuntos sentimientos hacia ella son motivo de un amplio debate en el instituto. Algunos van diciendo incluso que Connell intentó agregarla en Facebook, cosa que no hizo y no harÃa jamás. De hecho, él no hace ni dice nada, se limita a quedarse ahà callado mientras ella hace y dice cosas. A veces le pide que se quede después de clase para hablar del rumbo de su vida, y en una ocasión llegó a tocarle el nudo de la corbata del uniforme. Connell no le puede contar a nadie cómo actúa la señorita Neary con él porque pensarÃan que intenta presumir. En clase se siente demasiado cohibido y molesto como para concentrarse en la lección, se queda allà sentado mirando el libro de texto hasta que los gráficos de barras comienzan a hacerse borrosos.
La gente está siempre dándome la lata con que me mola o algo, dice. Pero en realidad no es asÃ, para nada. A ver, no pensarás que le estoy dando pie cuando ella actúa asÃ, ¿no?
No que yo haya visto.
Connell se frota las palmas de las manos en la camisa del uniforme sin pensar. Están todos tan convencidos de su atracción por la señorita Neary que a veces empieza a dudar de sus propias sensaciones al respecto. ¿Y si, a algún nivel por encima o por debajo de su propia percepción, resulta que sà que la desea? Él ni siquiera sabe realmente qué se supone que se siente cuando deseas a alguien. Todas las veces que se ha acostado con una mujer en la vida real, el asunto le ha parecido tan estresante que ha terminado resultando en buena medida desagradable, lo que le lleva a sospechar que le pasa algo raro, que es incapaz de intimar con mujeres, que sufre algún tipo de problema madurativo. Después se queda ahà tumbado y piensa: Ha sido tan horrible que tengo ganas de vomitar. ¿Será que él es asÃ? ¿Serán esas náuseas que siente cuando la señorita Neary se inclina sobre su mesa su manera de experimentar excitación sexual? ¿Cómo podrÃa averiguarlo?
Puedo ir yo a hablar con el señor Lyons, si quieres, le dice Marianne. Como si no me hubieras contado nada. Diré que lo he notado yo misma y punto.
Dios, no. Ni hablar. No le cuen