La mayor parte de la disciplina es disciplina oculta, designada no a liberar sino a limitar. No preguntes ¿Por qué? Sé cauteloso con el ¿Cómo? El ¿Por qué? conduce inexorablemente a la paradoja. El ¿Cómo? te atrapa en un universo de causo y efecto. Ambos niegan el infinito.
—Los libros apócrifos de Arrakis
—Supongo que Taraza os dijo que hemos empleado ya a once de esos gholas de Duncan Idaho. Este es el doceavo.
La vieja Reverenda Madre Schwangyu habló con deliberada amargura mientras bajaba la vista del parapeto de tres pisos de altura hasta el solitario chiquillo que jugaba en el cerrado patio cubierto de césped. La brillante luz del mediodÃa del sol que iluminaba el planeta Gammu saltaba por encima de las blancas paredes del patio, inundando el área de abajo con un resplandor como si un foco de luz estuviera dirigido directamente sobre el joven ghola.
¡Empleado!, pensó la Reverenda Madre Lucilla. Se concedió un breve asentimiento, pensando en lo frÃamente impersonales que eran las actitudes y la elección de las palabras de Schwangyu. Hemos gastado totalmente su aprovisionamiento; ¡envÃennos más!
El chiquillo en el césped parecÃa tener unos doce años standard, pero la apariencia podÃa ser algo engañoso en un ghola aún no despertado a sus memorias originales. El muchacho eligió aquel momento para alzar la vista hacia quienes lo estaban observando desde arriba. TenÃa un cuerpo robusto, con una mirada directa que se enfocaba intensamente bajo el negro casquete de ensortijado pelo. La amarillenta luz de principios de la primavera arrojaba una débil sombra a sus pies. Su piel era profundamente bronceada, pero un ligero movimiento de su cuerpo hizo deslizarse su traje azul de una sola pieza, revelando una piel más pálida en su hombro izquierdo.
—Esos gholas no solamente son costosos, sino que también son enormemente peligrosos para nosotras —dijo Schwangyu. Su voz surgió llana y desapasionada, y mucho más impactante debido a ello. Era la voz de una Reverenda Madre Instructora hablándole a una acólita, y dejó bien sentado para Lucilla que Schwangyu era una de aquellas que protestaban abiertamente contra el proyecto ghola.
Taraza habÃa advertido: «Intentará conseguir tu apoyo.»
—Once fracasos ya son suficiente —dijo Schwangyu.
Lucilla observó las arrugadas facciones de Schwangyu, pensando repentinamente: Algún dÃa puede que yo también sea vieja y acartonada. Y quizá sea igualmente alguien poderoso en la Bene Gésserit.
Schwangyu era una mujer pequeña con numerosas marcas de los años ganadas en los asuntos de la Hermandad. Lucilla sabÃa por los estudios de su cargo que el atuendo negro convencional de Schwangyu ocultaba una enjuta figura que muy pocas personas más allá de sus acólitos ayudas de cámara y los hombres que habÃan procreado con ella habÃan visto nunca. La boca de Schwangyu era grande, el labio inferior tenso por las arrugas de la edad que se perdÃan en una prominente mandÃbula. Sus modales tendÃan a Una seca brusquedad que los no iniciados interpretaban a menudo como irritación. La comandante del Alcázar de Gammu era una persona que se mantenÃa más retirada en sà misma que la mayorÃa de las Reverendas Madres.
Una vez más, Lucilla deseó conocer todo el alcance del proyecto Ghola. Taraza habÃa trazado muy claramente la lÃnea divisoria, sin embargó: «No puede confiarse en Schwangyu en cualquier cosa que se relacione con la seguridad del ghola.»
—TenÃamos entendido que fueron los propios tleilaxu quienes mataron a la mayorÃa de los anteriores once —dijo Schwangyu—. Eso deberÃa decimos en sà mismo algo.
Imitando la actitud de Schwangyu, Lucilla adoptó una pose tranquila de espera casi impasible. Su actitud decÃa: «Puede que sea mucho más joven que tú, Schwangyu, pero yo también soy una completa Reverenda Madre». Pudo sentir la mirada de Schwangyu.
Schwangyu habÃa visto los holos de Lucilla, pero la mujer en carne y hueso era mucho más desconcertante. Una Imprimadora con el mejor de los adiestramientos, sin ninguna duda. Unos ojos totalmente azules no corregidos por ninguna lentilla daban a Lucilla una expresión penetrante que encajaba con su largo rostro ovalado. Con la capucha de su aba negra echada hacia atrás como ahora, su pelo castaño quedaba al descubierto, prietamente sujeto con un aro y luego cayendo en cascada sobre su espalda. Ni siquiera su austero atuendo podÃa ocultar completamente los amplios pechos de Lucilla. PertenecÃa a una lÃnea genética famosa por su naturaleza matronal y habÃa dado a luz ya a tres hijos para la Hermandad, dos de ellos del mismo progenitor. SÃ... una mujer encantadora de pelo castaño y amplios pechos y una disposición hacia la maternidad.
—DecÃs muy poco —observó Schwangyu—. Eso me indica que Taraza os ha advertido contra mÃ.
—¿Tenéis alguna razón para creer que unos asesinos intentarán matar a ese doceavo ghola? —preguntó Lucilla.
—Ya lo han intentado.
Era extraño como la palabra «herejÃa» brotaba en la mente de una cuando pensaba en Schwangyu, pensó Lucilla. ¿PodÃa existir la herejÃa entre las Reverendas Madres? Las insinuaciones de la palabra parecÃan estar fuera de lugar en un contexto Bene Gésserit. ¿Cómo podÃan existir movimientos heréticos entre una gente que mantenÃa una actitud profundamente manipulativa hacia todas las cosas religiosas?
Lucilla volvió de nuevo su atención al ghola, que eligió aquel momento para realizar una serie de volteretas que le hicieron describir un cÃrculo completo hasta que quedó nuevamente en pie con la vista alzada hacia las dos observadoras del parapeto.
—¡Realiza muy bien sus ejercicios! —dijo burlonamente Schwangyu. La vieja voz no cubrió por completo una subyacente violencia.
Lucilla miró a Schwangyu. HerejÃa, Disidencia no era la palabra adecuada. Oposición no cubrÃa lo que podÃa captarse en la vieja mujer. Aquello era algo que podÃa despedazar a la Bene Gésserit. ¿Una revuelta contra Taraza, contra la Reverenda Madre Superiora? ¡IncreÃble! Las Madres Superioras eran fundidas en el molde del monarca. Una vez Taraza habÃa aceptado opinión y consejo y luego tomado su decisión, las Hermanas le debÃan obediencia.
—¡Este no es el momento de crear nuevos problemas! —dijo Schwangyu.
Su significado era claro. La gente de la Dispersión estaba regresando, y las intenciones de algunos entre esos Perdido? amenazaban a la Hermandad. ¡Honoradas Matres! Cuán parecidas a «Reverendas Madres» sonaban esas palabras.
Lucilla aventuró una salida exploratoria:
—¿Asà que creéis que deberÃamos concentrarnos en el problema de esas Honoradas Matres de la Dispersión?
—¿Concentramos? ¡Ja! Ellas no tienen nuestros poderes. No muestran ningún buen sentido. ¡Y no tienen el dominio de la melange! Eso es lo que quieren de nosotras, nuestro conocimiento de la especia.
—Quizá —admitió Lucilla. No estaba dispuesta a conceder esto con tan escasas pruebas.
—La Madre Superiora Taraza ha perdido sus sentidos jugueteando de nuevo con este ghola —dijo Schwangyu.
Lucilla permaneció en silencio. El proyecto ghola habÃa tocado de forma definitiva un viejo nervio entre las Hermanas. La posibilidad, incluso remota, de que pudiera dar como resultado otro Kwisatz Haderach enviaba estremecimientos de furioso temor entre sus filas. ¡Entrometerse con los vestigios del Tirano ligados al gusano! Aquello era extremadamente peligroso.
—Nunca deberÃamos llevar a ese ghola a Rakis —murmuró Schwangyu—. Dejemos que los gusanos sigan durmiendo.
Lucilla dedicó una vez más su atención al muchacho-ghola. Se habÃa vuelto de espaldas al alto parapeto con sus dos Reverendas Madres, pero algo en su postura decÃa que sabÃa que estaban discutiendo sobre él, y aguardaba su respuesta.
—Indudablemente os dais cuenta de que ha sido traÃdo aquà cuando aún es demasiado joven —dijo Schwangyu.
—Nunca habÃa oÃdo de imprimar profundamente a nadie tan joven —admitió Lucilla. Permitió una suave nota burlona en su tono, algo que sabÃa que Schwangyu iba a captar y malinterpretar. El control de la procreación y todas sus necesidades accesorias, esa era la especialidad última de la Bene Gésserit. Utiliza el amor pero evÃtalo, debÃa estar pensando ahora Schwangyu. Las analistas de la Hermandad conocÃan las raÃces del amor. HabÃan examinado aquello muy al principio de su desarrollo, pero nunca se habÃan atrevido a llevarlo a la práctica fuera de aquellos a quienes influenciaban. Tolera el amor pero guárdate de él, esa era la regla. Aprende lo que yace profundamente enterrado dentro de la estructura genética humana, una red de seguridad para garantizar la continuación de la especie. Lo utilizabas cuando era necesario, imprimando a individuos seleccionados (a veces de forma mutua) para los propósitos de la Hermandad, sabiendo entonces que tales individuos quedarÃan ligados mediante poderosas ataduras no fácilmente disponibles a la conciencia común. Otros podÃan observar tales ataduras y Complotar contra sus consecuencias, pero los ligados danzarÃan ante la música inconsciente.
—No estaba sugiriendo que es un error imprimarlo —dijo Schwangyu, interpretando equivocadamente el silencio de Lucilla.
—Hacemos lo que se nos ordena hacer —reprendió Lucilla. Dejemos que Schwangyu haga con eso lo que quiera, pensó.
—Entonces no ponéis objeciones a llevar al ghola a Rakis —dijo Schwangyu—. Me pregunto si seguirÃais con esa ciega obediencia si conocierais toda la historia.
Lucilla inspiró profundamente. ¿Iba a ser compartida ahora por ella toda la finalidad de los gholas de Duncan Idaho?
—Hay una niña llamada Sheeana Brugh en Rakis —dijo Schwangyu—. Puede controlar a los gusanos gigantes.
Lucilla ocultó su atención. Gusanos gigantes. No Shai-hulud. No Shaitán. Gusanos gigantes, ¡El jinete de la arena predicho por el Tirano habÃa aparecido por fin!
—No estoy hablando a la ligera —dijo Schwangyu cuando Lucilla prosiguió con su silencio.
Por supuesto que no, pensó Lucilla. Y llamas a las cosas por su etiqueta descriptiva, no por el nombre de su importancia mÃstica. Gusanos gigantes. Y estás pensando realmente en el Tirano, Leto II, cuyo interminable sueño es llevado como una perla de consciencia por cada uno de esos gusanos. O asà se nos ha hecho creer.
Schwangyu hizo una seña con la cabeza hacia el muchacho en el césped, bajo ellas.
—¿Creéis que su ghola será capaz de influenciar a la niña que controla los gusanos?
Finalmente estamos quitándole la piel al asunto, pensó Lucilla. Dijo:
—No tengo necesidad de responder a una tal pregunta.
—Sois cautelosa —dijo Schwangyu.
Lucilla arqueó su espalda y se envaró. ¿Cautelosa? ¡SÃ, por supuesto! Taraza le habÃa advertido: «En lo que a Schwangyu se refiere, debes actuar con extrema precaución pero con rapidez. Tenemos una ventana muy estrecha de tiempo dentro de la cual podemos tener éxito.»
¿Éxito en qué?, se preguntó Lucilla. Miró de reojo a Schwangyu.
—No veo cómo los tleilaxu pudieron conseguir matar a once de esos gholas. ¿Cómo pudieron penetrar nuestras defensas?
—Ahora tenemos al Bashar —dijo Schwangyu—. Quizá él pueda impedir el desastre. —Su tono decÃa que no creÃa en ello.
La Madre Superiora Taraza habÃa dicho: «Tú eres la Imprimadora, Lucilla. Cuando vayas a Gammu, reconocerás parte del esquema. Pero para tu tarea no necesitas conocer todo el proyecto.»
—¡Pensad en el coste! —dijo Schwangyu, mirando al ghola con ojos brillantes; el chiquillo estaba ahora sentado con las piernas cruzadas, arrancando manojos de césped.
El coste no tenÃa nada que ver con esto, sabÃa Lucilla. La abierta admisión del fracaso era mucho más importante. La Hermandad no podÃa revelar su falibilidad. Pero el hecho de que habÃa sido llamada una Imprimadora muy pronto... eso era vital. Taraza habÃa sabido que la Imprimadora verÃa esto y reconocerÃa parte del esquema.
Schwangyu hizo un gesto con una huesuda mano hacia el muchacho, que habÃa vuelto a su solitario juego, corriendo y dando volteretas sobre el césped.
—PolÃtica —dijo Schwangyu.
No habÃa la menor duda de que la polÃtica de la Hermandad llenaba el centro de la herejÃa de Schwangyu, pensó Lucilla. La precisión de la argumentación interna podÃa ser deducida del hecho de que Schwangyu habÃa sido puesta al cargo del Alcázar aquà en Gammu. Aquellos que se oponÃan a Taraza rehusaban ocupar una lÃnea lateral.
Schwangyu se volvió y miró directamente a Lucilla. Se habÃa dicho ya lo suficiente. Se habÃa oÃdo y se habÃa registrado lo suficiente a través de mentes entrenadas en la consciencia Bene Gésserit. La Casa Capitular habÃa elegido a aquella Lucilla con gran cuidado.
Lucilla captó el atento examen de la vieja mujer pero se negó a permitir que esto afectara a esa Ãntima sensación de finalidad en la cual podÃa confiar cualquier Reverenda Madre en tiempos de aflicción. Bien. Dejemos que me eche una buena mirada. Lucilla se volvió y su boca se curvó en una suave sonrisa mientras su mirada se paseaba por los techos al otro lado del patio.
Un hombre uniformado armado con un pesado rifle láser apareció allÃ, miró una vez a las dos Reverendas Madres, y luego centró su atención en el muchacho debajo de ellas!
—¿Quién es? —preguntó Lucilla.
—Patrin, el ayudante de mayor confianza del Bashar. Se dice que tan sólo es el ordenanza del Bashar, pero una tiene que ser ciega y estúpida para creerlo.
Lucilla examinó con cuidado al hombre del otro lado. Asà que este era Patrin. Un nativo de Gammu, habÃa dicho Taraza. Elegido para aquella tarea por el propio Bashar. Delgado y rubio, demasiado viejo para ser soldado, pero el Bashar habÃa sido llamado de su retiro y habÃa insistido en que Patrin debÃa compartir sus deberes.
Schwangyu observó la forma en que Lucilla desviaba su atención de Patrin al ghola con auténtica preocupación. SÃ, si el Bashar habÃa sido llamado de su retiro para protegerlo, entonces el ghola estaba en un peligro extremo.
Lucilla se sobresaltó con una repentina sorpresa.
—Pero... está...
—Ordenes de Miles Teg —dijo Schwangyu, nombrando al Bashar—. Todos los juegos del ghola son juegos de adiestramiento. Sus músculos deben ser preparados para el dÃa en que le sea restaurado su yo original.
—Pero lo que está haciendo ahà abajo no es simple ejercicio —dijo Lucilla. Sintió que sus propios músculos respondÃan por simpatÃa al recordado adiestramiento.
—Solamente lo mantendremos alejado de los arcanos de la Hermandad —dijo Schwangyu—. Casi todo lo demás que existe en nuestro almacén de conocimientos puede ser suyo, —Su tono decÃa que consideraba aquello extremadamente objetable.
—Seguro que nadie cree que este ghola pueda convertirse en otro Kwisatz Haderach —objetó Lucilla.
Schwangyu se limitó a alzarse de hombros.
Lucilla se mantuvo completamente inmóvil, pensando. ¿Era posible que el ghola pudiera ser transformado en una versión masculina de una Reverenda Madre? ¿PodÃa aquel Duncan Idaho aprender a mirar hacia dentro de sà mismo a los lugares a los que ninguna Reverenda Madre se atrevÃa a mirar?
Schwangyu empezó a hablar, su voz apenas un gruñente murmullo:
—La finalidad de este proyecto... tienen un plan peligroso. Pueden cometer el mismo error... —se interrumpió.
Ellas, pensó Lucilla, Su ghola.
—Me gustarÃa saber con seguridad la posición de Ix y de las Habladoras Pez en esto —dijo Lucilla.
—¡Las Habladoras Pez! —Schwangyu agitó la cabeza ante el simple pensamiento de lo que quedaba del ejército femenino que antiguamente habÃa servido con exclusividad al Tirano—. Ellas creen en la verdad y en la justicia.
Lucilla dominó una repentina opresión en su garganta. Schwangyu habÃa declarado de forma tajante su abierta oposición. Sin embargo, ella mandaba allÃ. La regla polÃtica era sencilla: aquellos que se oponÃan al proyecto debÃan controlarlo de tal modo que pudieran abortarlo a la primera señal de problemas. Pero aquel era un genuino ghola de Duncan Idaho, allá abajo en el césped. Las comprobaciones de células y las Decidoras de Verdad lo habÃan confirmado.
Taraza habÃa dicho: «Estarás allà para enseñarle el amor en todas sus formas.»
—Es tan joven —dijo Lucilla, manteniendo su atención sobre el ghola.
—Joven, sà —dijo Schwangyu—. De modo que, por ahora, supongo que despertaréis sus respuestas infantiles al afecto materno. Más tarde... —Schwangyu se alzó de hombros.
Lucilla no traicionó ninguna reacción emocional. Una Bene Gésserit obedecÃa. Soy una Imprimadora. Asà pues... Las órdenes de Taraza y el adiestramiento especializado de Imprimadora definÃan una lÃnea particular de acontecimientos.
Lucilla dijo a Schwangyu:
—Hay alguien que tiene mi misma apariencia y habla con mi voz. Yo estoy Imprimando para ella. ¿Puedo