Prólogo
Trece años antes…
—¡Preparados o no, allá voy!
Alexa se quitó las manos de los ojos y se dio media vuelta. En el bosque reinaba un silencio sobrenatural, pero percibÃa que sus amigas estaban cerca. Sin dudar, echó a correr, haciendo que la vegetación y las ramitas crujieran bajo sus zapatillas mientras zigzagueaba entre los enormes pinos. Aguzó el oÃdo al escuchar una risilla.
Se dirigió hacia el sonido, pero el eco la despistó y solo consiguió sorprender a una ardilla que estaba ocupada con una nuez enorme. La fresca sombra la instaba a adentrarse en la arboleda. Un rápido vistazo al escondite habitual de Maggie le reveló que solo habÃa hojas. Alexa ralentizó el paso y estaba a punto de girarse cuando oyó una voz.
—Un poco mayorcita para jugar al escondite, ¿no?
Alexa se volvió y fulminó con la mirada al hermano mayor de su mejor amiga.
—Es divertido. —Resopló con desdén. HabÃan estado muy unidos, hasta que él se despertó un dÃa y decidió de repente que no merecÃa la pena perder el tiempo con ella. Ya nunca le hablaba ni se colaba en su casa para coger galletas de chocolate ni le contaba chistes malos. ParecÃa que solo le llamaban la atención las chicas mayores, tontas y con tetas. Claro que, ¿a quién le importaba? Se negaba a seguirlo de un lado para otro como un perrito faldero—. Además, tú no lo entenderÃas. Nunca quieres jugar con nosotras. ¿Qué haces aquà fuera?
Él se levantó del suelo y se acercó a ella. Nick Ryan tenÃa dieciséis años y era un incordio de lo peor. Se reÃa de todo lo que ella hacÃa y parecÃa que tenÃa derecho a jugar a ser Dios porque era dos años mayor.
TenÃa unas piernas largas y fuertes. El pelo se le rizaba sobre las orejas y por encima de la frente, con una intrigante mezcla de tonos que iban desde el castaño claro al dorado. Como los cereales que ella desayunaba, pensó Alexa. Una combinación de arroz, trigo y maÃz. Su cara era delgada, de rasgos definidos, con un carnoso labio inferior que siempre la habÃa intrigado. Esos ojos de color castaño claro tenÃan un brillo inteligente y con un asomo de melancolÃa. Alexa conocÃa esa tristeza. Era lo único que tenÃan en común.
Nick Ryan era un niño rico que se aislaba en su mundo y que parecÃa no tener amigos. Alexa siempre se habÃa preguntado cómo su hermana, Maggie, era tan extrovertida.
—DeberÃas tener cuidado en el bosque, mocosa. PodrÃas perderte.
—Me conozco el camino mejor que tú.
Él se encogió de hombros para quitarle importancia al asunto.
—Seguramente. DeberÃas haber sido un chico.
Le hirvió la sangre al escucharlo. Apretó los puños a los costados y meneó la cabeza, haciendo que su coleta se agitara.
—Y tú deberÃas haber sido una chica. Todo el mundo sabe que no te gusta mancharte las manos, niño bonito.
Un golpe bajo. Que pareció tener efecto, porque se enfadó.
—DeberÃas aprender a comportarte como una chica de verdad.
—¿Cómo?
—DeberÃas maquillarte. Arreglarte. Besar a algún chico.
Jamás habÃa malgastado su valioso dinero en brillo de labios. Ya era bastante difÃcil comprar algo nuevo, ni que decir maquillaje o perfume. Alexa fingió una arcada.
—Puaj.
—Seguro que no has besado a nadie.
Detectó el deje burlón de su voz. Casi todas sus amigas, que tenÃan catorce años, ya habÃan experimentado sus primeros besos, incluida Maggie, pero en su caso la idea siempre le habÃa revuelto el estómago. Aunque antes muerta que admitirlo delante de Nick.
—Pues sÃ.
—¿A quién?
—No es asunto tuyo. Me largo.
—¿A que no te atreves?
Dejó un pie suspendido en el aire, sin acabar de dar el paso. El graznido de un pájaro resonó en las alturas, y Alexa tuvo la sensación de que habÃa llegado a un punto de inflexión. Levantó la barbilla.
—¿A qué?
—Demuéstrame que sabes besar.
El estómago le dio un vuelco, se le aceleró el corazón y empezaron a sudarle las manos. Puso cara de asco.
—¿Besándote a ti?
—Lo sabÃa.
—¿Crees que me gustarÃa besarte? ¡Te odio!
—Vale, olvida lo que he dicho. Solo querÃa comprobar si eras una chica de verdad. Ahora sé que no lo eres.
Sus palabras le escocieron. Todas las dudas y las incertidumbres que la consumÃan salieron a la superficie para confirmar que era distinta. ¿Por qué no era como Maggie? ¿Por qué preferÃa pintar, leer y jugar con los animales antes que fijarse en los chicos? A lo mejor Nick tenÃa razón y era defectuosa. A lo mejor…
Él hizo ademán de marcharse.
—¡Espera!
Nick se quedó de espaldas a ella un momento, como si estuviera considerando su súplica. Se dio la vuelta muy despacio.
—¿Qué?
Alexa se obligó a acortar la distancia que los separaba y a plantarse delante de él. Le temblaban las piernas. SentÃa algo muy raro en el cuerpo. Como si estuviera a punto de vomitar.
—Sé besar. Y te… te lo voy a demostra